jueves, 9 de abril de 2015

Meditación en la escuela a los 10-12 años no más tarde


La adolescencia y más concretamente, la adolescencia primera se caracteriza por ser un momento vital en que se suceden multitud de cambios que afectan todos los aspectos fundamentales de una persona.

Cambios físicos, cognitivos, contextuales, etc... Dentro de los cambios físicos podríamos citar algunas manifestaciones que ocurren en la pubertad; como la estirada, o la fuerza muscular. 
Por lo que respecta a los cambio cognitivos, el cerebro del adolescente experimenta cambios importantes: en la esfera de las neuronas, los cuerpos celulares y las dendritas no cambian mucho en la adolescencia, pero sí que lo hacen los axones, concretamente su mielinización.  
Este proceso aumenta la velocidad de transmisión de la información nerviosa en la corteza prefrontal y se produce un aumento de las sinapsis en este ámbito. 
Estos cambios cerebrales se han vinculado a transformaciones en diversas áreas de la conducta.  Blakemore y Choudhury (2006) apuntan a la  influencia de estos cambios en el desarrollo de funciones ejecutivas como, por ejemplo, la atención selectiva, la toma de decisiones o la inhibición de respuestas.

El procesamiento de la información no es el único campo afectado por el desarrollo cerebral. Burunat (2004) ha señalado la coincidencia entre la falta de madurez de la corteza prefrontal y el correspondiente déficit de control inhibitorio –  rasgos psicológicos de este período como la impulsividad, el aumento de la búsqueda de estímulos o las conductas de riesgo.

También hay diferencias respecto los adultos en la información emocional. En los adolescentes, la actividad de la amígdala es superior a la detectada en el lóbulo frontal, en los adultos es al revés. 
Así, ahora podemos entender la mayor visceralidad en los adolescentes, ya que la amígdala se relaciona con la emoción y el lóbulo frontal con el razonamiento. (Moreno et al, 2009).
Necesaria Intervención escolar:

10 minutos de meditación diarios en la escuela aportarían calma en el cerebro de los jóvenes: contribuyendo al control de la  impulsividad propia de la inmadurez de la corteza prefrontal de los adolescentes.